5 abr 2012

Puebla del Príncipe

El Lunes Santo, para celebrar que vuelvo a mis montieles, lo he querido festejar con una visita pausada a esta pretendida comarca pro patrimonio de la Humanidad. La intrahistoria ayuda a pensar unamunamente. La Puebla es buena psicóloga, o tal vez una resabiada hechicera que no esconde sus canas. Recurro a ella y me la encuentro bajo un cielo sucio y frío. Quiero tomar una panorámica y llego a un arrabal. Allí hay restos de actividad humana en aparente caos. Leña y piezas de coche. Un Seat Ibiza, con un triste tunning en el parachoques y en el alerón, toma parte en el asunto. Apoyado a él hay una rústica bicicleta mutilada de un manguito, dispuesta para recados urgentes. Unos perros, psicopatizados, me ladran tras las verjas con ganas de bronca. Empieza a llover con fuerza y me alejo. 


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